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Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor (Mateo 3, 1-12)

Por P. Alberto García Sánchez, S.J.*

En Adviento nos acompañan varios personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento: el profeta Isaías, Juan el Bautista y María de Nazaret. A través de las lecturas, este tiempo nos invitará a acrecentar el deseo del Mesías y a profundizar la virtud de la esperanza.

En este segundo domingo, vemos la figura de Juan el Bautista. Aparece en el desierto de Judea anunciando la cercanía del Reino de los cielos y pidiendo nuestra conversión como respuesta a ese acercamiento. Ya el profeta Isaías había predicho su venida. Sería una voz que grita en el desierto, preparando el camino del Señor. El desierto es su plataforma. Ese espacio representó en la historia del pueblo de Israel un lugar de prueba, de purificación, pero también de aprendizaje a ser pueblo escogido. Al recorrerlo, el pueblo abandonó a todo dios que no fuera Yavé, superó tentaciones y fue llevado por el Señor hacia la tierra prometida.

La palabra del Bautista es fuerte. Exige a los fariseos y saduceos que acuden a él, dar frutos de conversión. Que no se engañen pensando que Abraham es su padre, porque Dios puede sacar de las piedras hijos a Abraham. Juan es consciente de su papel de precursor. El bautiza con agua. Detrás viene el que bautizará con Espíritu Santo y con fuego.

Juan grita en el desierto. Desde ahí anuncia al Mesías. Los primeros cristianos intuyeron que también necesitaban la soledad y la austeridad del desierto para escuchar con más nitidez la voz del Señor. Lejos de las distracciones de la ciudad.

En el tiempo de Adviento necesitamos también nosotros fabricar nuestros espacios de desierto. Sacar tiempo para el encuentro personal con el Señor. Encontrar los lugares y momentos de escucha. Es tiempo de austeridad, de renuncia a las tentaciones del consumismo, libertad ante todas las criaturas que pretenden apropiarse de nuestra lealtad. Solo Dios puede llenar el vacío de nuestra existencia. Solo así podremos preparar los caminos del Señor, allanando sus senderos, aceptando humildemente que no somos dignos de desatarle la correa de sus sandalias.

Que Juan Bautista nos acompañe en este caminar del Adviento. Que nuestra voz también grite en el desierto de nuestra cultura que ha querido prescindir de Dios. Ven, Señor Jesús.

* Con información del medio jesuita Vida Cristina 

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