- Julio Norberto Pernús Santiago
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Carnaval de Jhaina: Identidad y legado
Por Julio Pernús
Ryszard Kapuściński escribió que “al vivir, el hombre siente que es todas las personas y todas las cosas”, Carnaval de Jhaina: Identidad y legado es un libro que transita por la vida de un pueblo dejando a su lector la huella alegre de un viaje a un elemento infaltable en su ADN: su cultura. El nombre de Miguel Ángel Feliciano, su autor, parece ser casi que un seudónimo ante su verdadera marca social, Súper Tito, una persona que a decir de él mismo puede desdoblarse en un sinfín de posibilidades destinadas al arte; con él tuve la alegría de conversar sobre su ensayo.
Carnaval de Jhaina... es el reflejo de años de investigación, vivencias. Súper Tito se define a sí mismo como “un carnavalero, animador, conductor, presentador del carnaval, además de coreógrafo, cantante, bailarín y un completo apasionado por todo lo que tenga que ver con el arte en Haina”, considera su obra como un atrevimiento. Mientras conversamos, retrotrae sus recuerdos a los años 2016-2017 donde comienza la semilla de este ensayo, al que la pandemia de la covid le dio la vitamina suficiente para emprender el paso final.
“El carnaval es una expresión que ha servido para satirizar al poder”, según nos narra Miguel Ángel, “el de Haina inició en los años 60 con un personaje muy famoso conocido por Menchú y su 'Roba la gallina'”. Las páginas describen cómo “el carnaval tuvo entre sus objetivos visibilizar una protesta por agua para el pueblo” y, de forma irónica, deja ver que el propio nombre Haina hace alusión a uno de los ríos más caudalosos del territorio, sin embargo, la zona no cuenta con su propio acueducto. En la génesis de la fiesta icónica de la ciudad está entonces “la unión del movimiento obrero que decide salir a protestar con la identidad cultural de sus raíces como estandarte”. Al poder, para Jorge Mañach —intelectual cubano—, no hay nada que le moleste más que el humor.
Súper Tito, tras ser protagonista en varias generaciones de carnavaleros, percibió que las nuevas figuras principales “no conocían el origen del carnaval de Haina y es difícil amar sin narrativa”. Su ensayo es al mismo tiempo un álbum escrito donde se retratan, por sus páginas interesantes, personajes de esta expresión cultural de pueblo. A la pregunta de ¿qué era para él el carnaval? me respondió sin dudar “es la fiesta más democrática de República Dominicana, donde se juntan blancos, negros, pobres, ricos, pueblo. En esos días no hay diferencias de ningún tipo, somos una sola nación en jolgorio colectivo”.
La portada del libro tiene un colorido especial, "es una fiesta en sí misma —explica el autor—, representa un homenaje a la comparsa Daka Turey 99, que son unas palabras taínas que significan: 'yo soy el mañana'”. Al preguntarle si no le daba miedo lanzarse a realizar un libro, Súper Tito hace una pausa, recuerda el esfuerzo, ríe, no pierde la fuerza que le caracteriza y me refiere a su labor de compositor musical premiado, su vínculo al periodismo, pero afirma que tenía un poco de temor, pues había mucha gente que le precedía en el conocer del carnaval de Haina. Entonces llegan a nuestra conversación los inseparables de la cultura en San Cristóbal: Isabel Florentino y Ramón Mesa, editores del texto y miembros de la fundación Aníbal Montaño, ellos animaron al autor a inyectar con letras sus vivencias. Toda obra es también una labor colectiva.
Súper Tito, en la presentación del libro utilizó la frase “A Dios sea la gloria”, lo anecdótico es que el carnaval de Haina, según refleja, no tiene diablos como otras fiestas de igual tipo. Al cerrar le pregunto por el título pues el nombre oficial de la provincia Haina es sólo con H y él me responde que “políticamente se escribe así, pero su pronunciación heredada de los ancestros taínos siempre ha sido con J y el título busca reflejar, desde su primera oración, la identidad y el legado del pueblo, principal protagonista del carnaval”.
- Julio Norberto Pernús Santiago
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El cine religioso de calidad “ha desaparecido”
Por Julio Pernús
A los premios Óscar en los últimos cinco años, le faltan películas de religión entre sus ganadoras. De lunes a viernes realizó un programa radial junto a Rosy Torres, amante del cine, ella me diría que no es bueno mezclar la fe con los Óscar, pero Dios debería formar parte de cualquier actividad con más de 20 millones en audiencia en vivo. Fijémonos que entre los momentos de mayor impacto en la producción, destacó el luchador de la WWF y actor John Cena, posando desnudo en la ceremonia en apoyo a la protesta del sindicato de diseñadores de vestuario bajo el lema 'You're naked without us" (sin nosotros estás desnudo), y Ryan Gosling que se puso de nuevo el traje de Ken para interpretar "I'm just Ken". Pero, el tema de la religión no formó parte de ningún bloque, tal parece, “Dios no es comercial”.
Valoro que los Óscar se muestren comprometidos seriamente con las causas políticas y sociales para que los consumidores del cine se sientan identificados con su filosofía. No dejo de notar que se habló y premió un documental sobre Ucrania, pero nadie mencionó Haití, un estado fallido víctima en estos momentos de una guerra civil. El cine religioso debe reinventarse, Ben-Hur (1959), Carros de fuego (1981) son algunos de los clásicos ganadores que, por ejemplo, tuvo a La Pasión, protagonizada por Mel Gibson, como una de las últimas películas cristianas con varias nominaciones.
Lo religioso asiste en los momentos de profunda desesperación para darle un sentido esperanzador incluso a la muerte y al miedo. Los cristianos del mundo entero esperamos que para el 2024 salgan más películas de corte religioso con calidad, así, la próxima gala de los Óscar y la industria cinematográfica nos tendrá más presentes en sus premicaciones. Contamos en nuestro elenco con el “influencer” más importante de la historia de humanidad, Jesús.
- Julio Norberto Pernús Santiago
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Le dedico mi silencio: el debate sobre la fe de un novelista llamado Vargas Llosa
Por Julio Pernús
Los espacios vacíos siempre son difíciles para un migrante que ya de por sí debe desalojar de su vida los lugares donde fue feliz en su nación. Por eso me demoraba en leer Le dedico mi silencio del premio nobel peruano Mario Vargas Llosa. En su epílogo, el autor de La fiesta del chivo y Conversación en la catedral plasmó su retiro oficial de un género al que él y otros escritores del boom latinoamericano de la década del 60 del siglo XX, le dieron sin dudas un cuerpo especial. Sin embargo, en el abismo de la vida, el peruano no quiso salir sin plantearnos a sus lectores los pormenores de un tema transversal a nuestra especie: la fe.
Toño Azpilcueta, personaje nuclear de Le dedico mi silencio, se convierte por momentos en una especie del alter ego de un Vargas Llosa en el atardecer de su vida y comienza a preguntarse sobre qué es la fe, el papel de la religión católica como palanca cultural que logra unificar todo el continente español. El autor, por momentos, muestra su parecer nihilista que trata de ver en la conceptualización instrumentalizada de Dios una construcción del poder colonial europeo para dominar los pueblos originarios como el inca, pero luego vuelve a preguntarse si habrá una vida después de la muerte y termina reflexionando que creer que sí, no lo hace ningún daño a la humanidad y sus lectores.
Lalo Molfino, gran músico peruano que sirve de hilo conductor para un utópico escritor como Azpilcueta, es un personaje que toma su apellido de un sacerdote que le rescató de un basural. También la obra menciona a frailes dominicos como Bartolomé de las Casas en esas disquisiciones históricas sobre si los indios tenían alma. En este último viaje de su prosa de ficción por su patria grande, América, Vargas Llosa, con nostalgia, le dice a sus lectores que el arte, la música, la poesía, son los que van a salvar y unir nuestras naciones, pero también deja ver que la fe no se agota en la vida y que él, parado en el precipicio de su existencia, mira con nostalgia a Dios.
A igual que Nietzsche, Vargas Llosa no se cansa de hacerse preguntas fundamentales sobre la existencia, pero en contraposición al filósofo alemán, el peruano desea dejar una ventana de esperanza sobre la posibilidad de que su alma no descansará con la muerte. Al cerrar Le dedico mi silencio sentí un vacío como cuando en aquellas películas vikingas veíamos partir el cuerpo del ser querido en la barca que era llenada de flechas encendidas por la comunidad como símbolo de agradecimiento.
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May 06, 11:21 am
Carnaval de Jhaina: Identidad y legado
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Mar 20, 10:26 am
El cine religioso de calidad “ha desaparecido”
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Feb 28, 12:14 pm
Le dedico mi silencio: el debate sobre la fe de un novelista llamado Vargas Llosa
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