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La confianza suplicante como oportunidad para construir una Iglesia samaritana

Por P. Raúl Arderí s.j. (rjarderi@gmail.com) – Publicado en revista Palabra Nueva

 

 El pasado mes de diciembre, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó la declaración La confianza suplicante (en latín titulada Fiducia supplicans) sobre el sentido pastoral de las bendiciones.1 La novedad de este documento es que, sin alterar la comprensión del sacramento del matrimonio, abre la posibilidad para bendiciones no litúrgicas a parejas «irregulares», incluidas las del mismo sexo.

 Dos años atrás, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe había declarado que la Iglesia no podía ofrecer una bendición litúrgica a tales uniones,2 por lo que el reciente documento puede ser considerado un cambio o un desarrollo en la comprensión pastoral de estas uniones. El presente artículo no busca repetir los argumentos de estos documentos y por lo tanto supone su lectura atenta, sino que desea ofrecer algunas pistas que nos ayuden a comprender por qué este nuevo enfoque y a interpretar las reacciones (en contra) que ha provocado. Comenzaremos por este último punto.

¿Un cisma a la vista?

 Inmediatamente después de la publicación de La confianza suplicante algunos episcopados de Europa del Este y África declararon que no lo aplicarían. Otras Conferencias Episcopales acogieron con agrado esta iniciativa y mostraron la diversidad de sensibilidades que existe en la Iglesia católica actual. Algunos se han escandalizado ante esta situación, y ven en ello el comienzo de un cisma. Otros, casi siempre muy críticos con el Pontificado del Papa Francisco, lanzan cohetes al aire alabando la firmeza doctrinal de los obispos africanos frente a la deriva moral de Occidente.

El Dicasterio vaticano responsable del documento emitió luego una nota de prensa aclarando que la negativa a su implementación debería ser interpretada como la necesidad de una mayor reflexión pastoral y no como oposición doctrinal a un texto aprobado por el Papa.  En una carta el cardenal congolés Fridolin Ambongo reconoció, después de consultar a varios pastores de este continente, que en el contexto africano el documento no puede ser implementado sin evitar el riesgo de confusión y escándalo entre los fieles, y al mismo tiempo se reafirma la adhesión inquebrantable al Sucesor de Pedro, su comunión con Él y su fidelidad al Evangelio.  Creo que esta situación, aunque desconcertante, refleja cómo la eclesiología del Vaticano II funciona entre nosotros y las oportunidades y los peligros que esta representa.

La Iglesia como Pueblo de Dios se diferencia del esquema piramidal absolutamente jerárquico donde unos mandan y otros obedecen, lo cual puede ser aplicado a un regimiento militar pero no a la Iglesia después del Concilio. En este modelo vertical no hay lugar para el disenso, solo es posible acatar las decisiones «de arriba» o de lo contrario se corre el riesgo de ser echados fuera. El Concilio Vaticano II, hablando de la misión de los obispos, aclara que estos no son simples representantes del Papa en sus diócesis, como si la Iglesia fuera una gran empresa multinacional con una sede central y sucursales por el mundo. Ambas potestades, la del Papa como garante de la unidad de toda la Iglesia y la de los obispos como pastores de una diócesis, no compiten entre ellas: deben complementarse.

El diálogo entre todos los miembros de la Iglesia, no solo entre los obispos y el Papa, es sin dudas la gran oportunidad que nos brinda el contexto de las reacciones a La confianza suplicante. Dice la Constitución  Dei Verbum del Vaticano II que la Tradición progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo y va creciendo la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya sea por la contemplación y el estudio de los creyentes, por la percepción íntima que experimentan los fieles de las cosas espirituales, ya sea por la enseñanza de los obispos.  Fieles, teólogos y pastores deberían estar involucrados en este proceso de diálogo, sin excluir ninguna instancia. Nunca antes la sinodalidad había sido tan necesaria y pertinente para dirimir cuestiones en las que no estamos de acuerdo. Para ello debemos intentar escuchar con atención y respeto todas las posiciones. Nada garantiza que al final podamos llegar automáticamente a un consenso, pero sí podemos profundizar nuestras propias convicciones y los puntos de vista donde las ajenas nos pueden ayudar a comprender mejor la cuestión.

Un diálogo sereno entre los pastores deberá realizarse en ambas direcciones, Santa Sede e iglesias locales. En primer lugar, se debe cuestionar la catequesis en los países donde la homosexualidad es castigada con torturas e incluso con la pena de muerte. También, en estos casos, se debería profundizar en la evangelización de las culturas y las implicaciones del Evangelio para la dignidad humana. Por otra parte, no podemos dejar de preguntarnos por qué en un clima de sinodalidad como el que vive la Iglesia universal, no se consultaron previamente a todas las Conferencias Episcopales antes de publicar este documento. ¿Acaso no son todos los obispos maestros de fe y costumbre cuando, aunque dispersos por el mundo, enseñan en comunión con el sucesor de Pedro y entre sí? La alternativa al diálogo en un ambiente de polarización es el enfrentamiento, y entonces sí se rompería la comunión eclesial.

La bendición de una Iglesia samaritana

 Un modelo menos rígido de Iglesia puede dar lugar a situaciones difíciles e incomprensiones, como las que provocaron la carta de 2009 de Benedicto XVI a los obispos de todo el mundo explicando la remisión de la excomunión a cuatro obispos lefevrianos. Una lectura de su primer párrafo nos muestra cómo el debate actual no es en absoluto el primer caso de posiciones encontradas entre el obispo de Roma y otros episcopados. Recordemos que Mons. Marcel Lefevre fue un arzobispo francés que después de participar en el Concilio Vaticano II se negó a reconocer muchos de sus elementos, sobre todo en los aspectos que significaban una evolución de la teología anterior. Su oposición no se reducía a mantener el rito tridentino (básicamente la misa en latín y de espaldas al pueblo) sino que llegaba incluso a tachar como herejías la libertad religiosa y la colegialidad episcopal, entre otras decisiones conciliares. Aunque el Vaticano intentó mantener el vínculo con Lefevre y sus seguidores, la ruptura arribó cuando este ordenó obispos a cuatro sacerdotes sin tener la aprobación del Papa. Esto significaba que Lefevre y los cuatro nuevos obispos habían atentado gravemente contra la unidad de la Iglesia y por lo tanto se encontraban fuera de su comunión (literalmente excomulgados).

Se trata de situaciones diversas y por lo tanto no cabe forzar las semejanzas con las parejas irregulares, pero sí es posible reflexionar sobre la pertinencia de las motivaciones de fondo que ofreció el Papa entonces y las que se nos brindan ahora. Se preguntaba Benedicto XVI si «¿puede ser totalmente desacertado el comprometerse en la disolución de las rigideces y restricciones, para dar espacio a lo que haya de positivo [en los seguidores de Lefevre] y recuperable para el conjunto [la Iglesia universal]?»: una pregunta profética que en su momento estuvo inspirada en la misericordia y el deseo de reconciliar con la Iglesia al mayor número posible de personas. También el Papa alertaba contra los que tienden a congelar la autoridad magisterial de la Iglesia en el año 1962 (antes del Concilio) o no descubren sus raíces.

La misericordia y la reconciliación tampoco son temas marginales en el Pontificado del Papa Francisco, al contrario, se trata de ideas centrales en la enseñanza del actual obispo de Roma. Aquí descubrimos una continuidad de fondo con Benedicto XVI, cuya primera Encíclica, Dios es amor ( Deus caritas est) aborda precisamente esta idea. Desde esas dos coordenadas podemos leer el capítulo octavo de La alegría del amor (Amoris laetitia) donde Francisco insiste en acompañar, discernir e integrar la fragilidad de las relaciones humanas.

Quizás algunas reacciones al documento actual se deban a que el anterior ha sido ignorado o no aplicado en toda su profundidad. Es esta lógica de salir al encuentro de quien se siente excluido de la Iglesia la que motivó al Papa a escribir otro texto clave para entender su enseñanza, Todos hermanos (Fratelli tutti), donde el ícono bíblico del Buen samaritano inspira el deseo de la Iglesia de no pasar de largo ante los heridos de la vida.

No me parece desacertado leer el documento La confianza suplicante desde la perspectiva del buen samaritano y abrir con ello una posibilidad para su implementación en nuestras comunidades. El plan pastoral de la Iglesia cubana 2023-2030 presenta este ícono como inspiración para todas nuestras acciones evangelizadoras. Su elección no fue la ocurrencia de unos pocos sino el consenso de representantes de todas las diócesis de la isla, ratificado luego por la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Esta figura quiere encarnar el anuncio del Evangelio, misión perenne de la Iglesia, en las circunstancias actuales de nuestro pueblo que atraviesa «uno de los momentos más difíciles de la historia patria… la crisis más grave de los últimos decenios» (Mirada creyente de la realidad del plan pastoral, n. 6).

Para el herido al borde del camino fue una absoluta bendición que el samaritano lo encontrara. No le reprochó su condición, no le preguntó por qué no había tomado las precauciones oportunas para evitar el asalto, no se detuvo a considerarlo un impuro por parecer un cadáver. Simplemente se compadeció, lo curó y se hizo cargo.

Para nosotros, la invitación que hace Jesús al final del relato evangélico también sigue siendo válida, se trata de ir y hacer lo mismo. «Es necesario hoy una conversión personal y comunitaria que implique acercarnos y comprometernos con la humanidad vulnerable en Cuba» (Inspiración bíblica del plan pastoral, n. 18). Las parejas «irregulares» y del mismo sexo no son una excepción para ello. ¿Seremos capaces de sanar sus heridas de abandono, abuso, discriminación, etc., con el vino de la alegría y el bálsamo del consuelo, o simplemente las dejaremos tiradas hasta que otros se ocupen de ellas?

Notas

[1] https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2023/12/18/0901/01963.html#es.

2 https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20210222_responsum-dubium-unioni_sp.html.

3 https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20240104_comunicato-fiducia-supplicans_sp.html.

4 https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2024-01/africa-comunion-papa-no-podemos-bendecir-parejas-homosexuales.html.

5 Concilio Vaticano II: Lumen gentium n. 27.

6 Concilio Vaticano II:  Dei verbum n. 8.

7 Concilio Vaticano II: Lumen gentium n. 25.

8 https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/letters/2009/documents/hf_ben-xvi_let_20090310_remissione-scomunica.html.

9 Francisco: Amoris laetitia: Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia (19 de marzo de 2016), nn. 291-312.

10 Francisco: Fratelli tutti: Carta Encíclica sobre la fraternidad y la amistad social (3 de octubre de 2020)» nn. 56-86.

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