Roma (EFE).-El número de personas que pasan hambre en Latinoamérica y el Caribe creció en 2018 por tercer año consecutivo hasta afectar a 42,5 millones de personas, en parte por la desaceleración económica y la situación en Venezuela, según la ONU.
El nuevo informe sobre el estado mundial de la seguridad alimentaria y la nutrición, presentado hoy por cinco agencias de Naciones Unidas, sostiene que el porcentaje de hambrientos en la región aumentó del 6,2 % de la población en 2015 al 6,5 % en 2017, nivel que se mantuvo al año siguiente.
La principal razón de ese incremento se encuentra en Sudamérica, que acoge a la mayoría de las personas desnutridas de la región y donde la prevalencia de subalimentación subió del 4,6 % en 2013 al 5,5 % en 2017.
La ralentización y la recesión observadas entre 2012 y 2016 en las economías de la zona están asociadas al declive de los precios internacionales de las materias primas que exportan en un contexto de débil recuperación de la crisis financiera global.
El director adjunto de Economía del Desarrollo Agrícola de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Marco Sánchez Cantillo, precisó a Efe que, en vista de la desaceleración y la dependencia del comercio de esos productos, “los ingresos tributarios se han aminorado fuertemente”.
“La tendencia a implementar programas sociales, que venían incidiendo en la reducción del hambre hasta hace tres años, se ha visto así altamente afectada”, puntualizó.
El paro aumentó, los ingresos familiares se contrajeron y el número de pobres pasó de 166 a 175 millones entre 2013 y 2015 tras años de descensos en la región, según el informe.
La crisis en Venezuela también explica el incremento del hambre en Sudamérica, pues la proporción de personas que padecen hambre se multiplicó casi por cuatro, del 6,2 % entre 2012 y 2014 al 21,2 % entre 2016 y 2018, hasta los 6,8 millones de venezolanos.
A nivel subregional, los mayores índices del hambre se dieron en el Caribe, donde ese problema afectaba el año pasado al 18,4 % de la población (7,8 millones de individuos), y en Centroamérica, con el 6,1 % (11 millones en total), aunque ambas tasas han bajado respecto a 2010.
Sánchez Cantillo remarcó que en esa última zona se mezclan factores tan variados como la sequía en el Corredor Seco, otros impactos climáticos o la migración.
De cara al futuro, el especialista advirtió de que la perspectiva económica a nivel global “no es la mejor” y se ve agravada por las tensiones comerciales, lo que puede pasar factura a Centroamérica y el Caribe por sus vínculos con Norteamérica.
Mientras, la obesidad en Latinoamérica y el Caribe creció del 21,7 % de la población adulta en 2012 al 24,1 % en 2016, hasta los 104,7 millones, en línea con el ascenso registrado a nivel global.
En total en el mundo 821,6 millones de personas pasaban todavía hambre en 2018, cifra que ha aumentado por tercer año consecutivo en parte por la débil recuperación de la última gran crisis económica, según la ONU.
De los 77 países que experimentaron un aumento de la desnutrición entre 2011 y 2017, 65 sufrieron una desaceleración o una contracción de sus economías de manera simultánea y, entre estos, 52 dependían altamente del comercio de productos básicos y el vaivén de sus precios.
Los choques económicos han empeorado, además, el impacto de conflictos y sucesos climáticos extremos como la sequía en la mitad de los países sumidos en crisis alimentarias agudas, afectando a 96 millones de personas en 2018.
De los más de 820 millones de personas con hambre, 513,9 millones se localizan en Asia (el 11,3 % de la población), 256 millones en África (19,9 %) y 42,5 millones (6,5 %) en América Latina y el Caribe.
La situación más alarmante está en África, donde la subalimentación ha crecido en casi todas sus regiones, mientras que en países de Oriente Medio como Siria o el Yemen no para de incrementarse desde 2010 por la inestabilidad.