La humanidad experimenta, a través de cada persona, una diversidad de retos diarios, situaciones conflictivas, tareas, ejercicios y acciones que implican actitudes que hacen preciso e imprescindible que debamos separar tiempo para la reflexión.
En la práctica diaria muchos suelen relacionar la reflexión con conceptos sobre temas de religión, filosofía, moral, psicológicos u otros, pero el acto mismo de interiorizar y profundizar en nuestras actitudes, comportamientos y acciones nos permite explorar y conocer la naturaleza misma del ser.
Cuando se reflexiona se pueden encontrar respuestas existenciales aproximadas a la verdad. La reflexión nos ayuda a no precipitarnos a la hora de juzgar a los demás, a no tomar decisiones erráticas y, por consiguiente, a no obrar a menudo de manera equivocada.
El reflexionar ayuda a conocernos interiormente; nos permite aclarar aspectos de nuestra vida, a valorar y potenciar un conjunto de cualidades, habilidades y talentos que poseemos, pero sobre todo a procurar reconocer lo bueno que tienen las otras personas y aprender a lidiar con sus diferencias que nos distraen y distancian.
Por medio de la reflexión podemos darle paso a la flexibilidad y a la aceptación, a reformularnos, a ser más accesibles, a suprimir nuestros prejuicios de no reconocer y admitir nuestros errores, a procurar enmendarlos y a evaluar nuestro nivel de comprensión hacia los otros.
Como decía el psicólogo alemán Mac Milliam: "La reflexión calmada y tranquila desestresa y ayuda a desenredar todos los nudos".
Y es que favorecer el clima de la introspección a través de la reflexión ayuda a revalorizarnos y potenciar nuestros sentimientos, a mejor oxigenar cada una de las células de nuestro cuerpo, a liberarnos del estrés, a contar con una visión más clara y precisa sobre el entorno, a organizar nuestro mundo interno para mejor actuar con lo que nos rodea.
Por eso, recomendamos que aprendamos a darnos cada día diez minutos de reflexión, aconsejable antes de irnos a dormir, y allí analizar y meditar sobre cómo ha sido nuestro día, dando valor a lo bueno que hemos hecho y potencializarlo, como de igual modo separar las cosas que debemos mejorar, y luego, por todo, dar gracias a Dios.
POR JAVIER AGUSTÍN