Por SORANGE BATISTA
Muy lejos de lo que alguna vez en su vida soñó, un anciano de 98 años espera el final de sus días en medio de la más profunda de las miserias, solo acompañado por un nieto de 13 años que se reparte entre estudiar y trabajar en el río, para tratar de encontrar con qué comer.
Juan Rosario (Pelú) dice que tuvo 11 hijos y que le quedan cinco con vida que de vez en cuando pasan a llevarle 'un bocaíto' de comida y si se enteran que está enfermo, lo llevan al médico.
"Yo vendía raíces y hojas de palo para los riñones. También hacía escobas y las llevaba al pueblo a vender y con eso yo me mantenía aquí en mi ranchito y le daba de comer a dos nietos huérfanos, pero me chocó un motor y ya no puedo hacer nada", expresó el nonagenario hombre.
Los surcos de la edad en su cuerpo y las cicatrices en sus manos son testigos de lo que ha sido la vida del anciano, que dice no haberse imaginado nunca que su vida terminaría en esa forma y en esa soledad.