VATICANO, 07 Jul. 17 (ACI).- El Papa Francisco afirmó que los cristianos, a diferencia de los fariseos, no deben avergonzarse de ser pecadores, ya que "Jesús vino a llamar a los pecadores, no a los justos", y por lo tanto reconocerse imperfectos "nos da la oportunidad de que Jesús venga a buscarnos".
El Santo Padre realizó esta afirmación durante la homilía de la Misa que celebró este viernes junto a los trabajadores del centro industrial del Vaticano, donde afirmó que "Jesús sabe en qué consiste el trabajo, lo entiende bien".
El Papa reflexionó sobre el Evangelio del día en el que se narra la vocación del apóstol San Mateo. Francisco recordó que Mateo era un publicano que se encargaba de recaudar impuestos para los romanos. Era considerado un traidor, y sin embargo Jesús le llama: "Jesús eligió un apóstol..., entre toda la gente, eligió al peor".
El Santo Padre recordó que cuando se alojaba en la vía romana de Scrofa, "me gustaba ir a la iglesia de San Luis de los Franceses para mirar la pintura de Caravaggio, La conversión de Mateo, donde el apóstol figuraba agazapado sobre el dinero y Jesús lo señala con el dedo".
"Viendo aquello, los fariseos, que se creían justos y que lo juzgaban todo, decían: 'Pero, ¿cómo es posible que vuestro maestro busque esa compañía?'. Y Jesús contesta: 'Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores'".
Francisco reconoció que esta escena del Evangelio "me consuela mucho, porque pienso que Jesús vino por mí. Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos esa marca. Estamos marcados. Cada uno de nosotros sabe dónde es más fuerte su pecado, su debilidad".
"Lo primero de todo que debemos hacer es reconocer esto: ninguno de nosotros, ninguno de los que estamos aquí, puede decir: 'Yo no soy pecador'. Los fariseos sí que lo decían, y Jesús los condena. Eran soberbios, vanidosos, se creían superiores a los demás. En cambio, todos somos pecadores. Ese es nuestro título y es también la oportunidad que tenemos de atraer a Jesús a nosotros. Jesús viene junto a nosotros, junto a mí, porque soy pecador".
El Papa concluyó su homilía insistiendo en que "nuestro consuelo, nuestra confianza, es que Jesús perdona siempre, siempre sana el alma, siempre".