El Papa Francisco invitó en el Ángelus de la Solemnidad de la Epifanía del Señor a ser “testigos de los tesoros de infinita bondad y misericordia infinita que el Redentor ofrece gratuitamente a todos”.
“La estrella es Cristo, pero también nosotros podemos y debemos ser la estrella, para nuestros hermanos y hermanas, como testigos de los tesoros de infinita bondad y misericordia infinita que el Redentor ofrece gratuitamente a todos. La luz de Cristo no se alarga por proselitismo, se alarga por el testimonio, por la confesión de la fe y también por el martirio”, advirtió el Papa.
En su reflexión previa al rezo de la oración mariana desde la biblioteca del palacio apostólico, el Santo Padre explicó que la Solemnidad de la Epifanía significa “la manifestación del Señor a todas las gentes: en efecto, la salvación realizada por Cristo no conoce confines, es para todos”.
“La Epifanía no es un misterio más, es siempre el mismo acontecimiento de la Natividad, pero visto en su dimensión de luz: luz que ilumina a cada hombre, luz que hay que acoger en la fe y luz que hay que llevar a los demás en la caridad, en el testimonio, en el anuncio del Evangelio”, afirmó el Papa.
En esta línea, el Pontífice destacó que el profeta Isaías “anuncia la luz: la luz dada por Dios a Jerusalén y destinada a iluminar el camino de todos los pueblos” y añadió que “esta luz tiene la fuerza de atraer a todos, cercanos y lejanos, todos se ponen en camino para alcanzarla” por lo que “es una visión que abre el corazón, infunde aliento, invita a la esperanza”.
Sin embargo, el Santo Padre reconoció que “la oscuridad está presente y amenazadora en la vida de cada uno y en la historia de la humanidad, pero la luz de Dios es más poderosa. Se trata de acogerla para que brille sobre todos”.
Por ello, el Papa recordó el relato del Evangelio de San Mateo en el que se describe el episodio de la adoración de los magos que “muestra que esta luz es el Niño de Belén, es Jesús, aunque no todos acepten su realeza” ya que “algunos la rechazan, como Herodes”.
“Él es la estrella que apareció en el horizonte, el Mesías esperado, Aquel a través del cual Dios realiza su reino de amor, justicia y paz. Nació no solo para algunos, sino para todos los hombres, para todos los pueblos. La luz es para todos los pueblos, la salvación es para todos los pueblos”, advirtió.
De este modo, el Santo Padre describió el método para que la luz de Cristo se difunda en todo lugar y en todo momento que “no es a través de los poderosos medios de los imperios de este mundo, que siempre están buscando dominarlo” sino que “la luz de Cristo se difunde a través del anuncio del Evangelio y con el testimonio. Y con el mismo ‘método’ elegido por Dios para venir entre nosotros: la encarnación, es decir, hacerse prójimo del otro, encontrarlo, asumir su realidad. Y cada uno llevar el testimonio de nuestra fe”.
“Solo así la luz de Dios, que es Amor, puede brillar en quienes lo acogen y atraer a los demás. No se alarga la luz de Cristo solamente con las palabras, con los métodos falsos, empresariales”, afirmó el Papa que reiteró que la luz de Cristo se difunde con “la fe, la palabra y el testimonio”.
Por lo tanto, el Santo Padre agregó que “la condición es acoger esta luz en uno mismo, acogerla cada vez más” y advirtió que “¡Ay de nosotros si pensáramos que la poseemos, que solo tenemos que administrarla!”.
“También nosotros, como los Magos, estamos llamados a dejarnos siempre fascinar, atraer, guiar, iluminar y convertir por Cristo: es el camino de la fe, a través de la oración y la contemplación de las obras de Dios, que continuamente nos llenan de alegría y de asombro, un asombro siempre nuevo” ya que “el asombro siempre es el primer paso para ir hacia esta luz”, afirmó el Papa.
De este modo, el Santo Padre invitó a invocar “la protección de María sobre la Iglesia universal, para que ella difunda en todo el mundo el Evangelio de Cristo, luz de todas las personas, luz de todos los pueblos”.