En nuestro país las áreas protegidas surgieron como una necesidad de salvaguardar el patrimonio de los pueblos; muchas de estas les ha valido el reconocimiento internacional, por lo que han sido denominadas y declaradas como Reserva de la Biosfera, Zonas Especialmente protegidas, entre otras categorías. Para conocer, amar, conservar y defender la biodiversidad y las áreas protegidas es imprescindible que las exploremos y descubramos la riqueza biológica, cultural y de esparcimiento que guardan, para el disfrute nuestro y de las próximas generaciones.
La afirmación de que amamos lo que conocemos es repetida con frecuencia, aunque lamentablemente no siempre lo interiorizamos y ponemos en práctica. Cuando nos ponemos en contacto con nuestras riquezas naturales tenemos la oportunidad de conocerla y aprender, lo que nos da una base para amarla, protegerla, conservarla y defenderla.
Defender basado en conocimiento y o en la ciencia corresponde a una élite, pero hay otras maneras de conocer, amar, respetar y conservar sin la necesidad de ser especialistas. Podemos actuar por ética, al reconocer el derecho que tienen los demás seres vivos de compartir el planeta, porque consideramos que los ecosistemas y la biodiversidad son hermosos y deben ser disfrutados tal como están o no dañar por compasión.
Al parecer la clave para preservar los servicios ecosistémicos y la biodiversidad es que actuemos desde nuestras propias convicciones, pero que actuemos en favor de la naturaleza, porque así actuamos en favor de nosotros mismos.