Apuntes sobre la última novela de Arturo Pérez - Reverte.
Por Julio Pernús
Sería injusto si no reconozco que aprendí a degustar novelas policiales mientras recorría en un P-15 (ómnibus cubano) la ruta que va de la barriada de Guanabacoa a la de Centro Habana y devoraba en mi teléfono las historias de Mario Conde contadas por el escritor cubano Leonardo Padura. Arturo Pérez - Reverte me devuelve la añoranza por la novela negra con su último libro El Problema Final. Hablo de un texto que le restituye al lector los tiempos “holmesianos” ofreciendo un sentido homenaje a una generación que creció leyendo: Edgar Allan Poe (1809 – 1849), Agatha Christie (1890 - 1976), Sir Arthur Conan Doyle (1859 - 1930), Thomas Stearns Eliot (1888 - 1965), por solo mencionar algunos nombres.
Arturo ha decidido beberse todo lo relacionado con Sherlock Holmes y catapultarlo en El Problema Final. Los que lo leemos desde hace años sabíamos que de adentrarse en un proyecto de este tipo no pararía hasta convertirlo en un enigma al estilo de esas series televisadas sobre las novelas de Agatha Christie's Poirot y que, al menos en Cuba, trasladan al gustado programa Arte 7 del domingo en la tarde.
“El mundo actual tiende a menospreciar a quienes juegan”. Esta frase de la historia nos remite a una trama donde hay nueve personas que se alojan en el familiar hotel de una mínima isla griega, Utakos, una de ellas se suicida, pero algunos indicios apuntan a un asesinato. Un temporal mantiene varios días el lugar aislado e impide que acuda la policía desde la cercana Corfú. Entre los huéspedes se encuentra el actor británico Basil Rathbone, ya en cierta decadencia profesional, pero famosísimo en el momento de la acción, el verano de 1960, por sus múltiples interpretaciones de Sherlock Holmes. La gente del hotel le pide a Basil que haga unas pesquisas preliminares.
Si a usted le gusta la lectura que busca descifrar el mal, en El Problema Final se encontrará un enigma perfecto. Una historia que le instruye sobre un mundo cinematográfico que revolucionó a toda una generación que creció viendo cómo solucionar los crímenes de forma inteligente, sin la mediación de una máquina estilo GPT –inteligencia artificial– que les concediera una respuesta.
La verdad es que, acostumbrado a leer a Arturo Pérez - Reverte en novelas de corte historiográfico, temía que su deseo por satisfacer su infancia literaria y cinematográfica lo llevara a escribir algo sin la trascendencia de sus obras anteriores. Pido excusas a Reverte por no confiar en él, pues el buen escritor triunfa aunque lo pongan a teclear informes técnicos sobre las moscas y El Problema Final no decepciona a quienes reconocemos en el autor español a uno de los grandes de nuestra lengua en la actualidad. “A menudo el talento depende del lugar donde se ejerce”, dice un diálogo entre Basil Rathbone (Sherlock Holmes) y Paco Foxá (Watson), entonces el lector no puede dejar de pensar que es el propio Reverte quien describe la alegría que le provoca hacerse este (auto)regalo que algunos llamarán novela.