Por María Eugenia Fernández de la Llera
Fundar una familia no es cosa de juegos. No es solo unirse a una persona que nos agrada, recibir un sacramento, celebrar una fiesta y mudarse juntos. Ese no es más que el comienzo de un proyecto que incluye algo tan grande como el nacimiento de nuevos seres humanos, y la organización de la vida en común de un grupo con normas propias, que deberá engranar con las reglas de toda una sociedad. Si se piensa bien, es algo para tomar muy en serio.
Madre y padre, pastores de su rebaño, deberán amar por igual a cada una de sus ovejas. La idea es protegerlas, fortalecerlas, educarlas y guiarlas. A veces parece que las familias prestan mayor atención a aquellos hijos descarriados y que suelen dar "dolores de cabeza", y he ahí el mensaje del Evangelio en la parábola del Buen Pastor: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido" (Lc 15, 6). La misión de conducir un hogar no incluye el "darse por vencido". Combinar firmeza y amor es necesario para encauzar la vida de los hijos, y si tuercen el rumbo, habrá que redirigir sus pasos hacia el camino del bien.
El pastor no entrega su rebaño a desconocidos, él sabe cómo se hacen las cosas y qué es lo mejor para quienes están a su cuidado, por eso una familia responsable escoge instituciones seguras para la atención de sus pequeños durante algunas horas del día, o acuden para ello a personas de valores probados. Tanto los de menos edad como los adolescentes, en algún momento serán atendidos por terceros para que los padres puedan cumplir con sus responsabilidades o disfrutar de algún paseo de adultos, aquí, como pastores juiciosos, seleccionarán muy bien a quienes los relevarán por algún tiempo en sus funciones.
Confiar es bien diferente a ignorar la realidad. Podemos creer en personas que demuestren que es posible hacerlo, pero eso no se logra de la noche a la mañana, conocer sus costumbres y tener referencias convincentes, son requerimientos indispensables. El lazo familiar o de amistad no es una vacuna contra el abuso, lamentablemente las conductas dañinas están presentes en personas con familias, cualquiera puede tener un pariente o un amigo que oculte su mal proceder tras una aparente bondad, es responsabilidad de los padres tener una "sana desconfianza" que mantenga las alertas encendidas ante cualquier riesgo de maltrato a los pequeños, sea del tipo que sea y por inofensivo que parezca.
El rebaño que es la familia, estará a salvo si los pastores que son los padres no se distraen de su misión, al respecto el papa Francisco reflexiona y nos dice: "De ningún otro modo se podrá conformar el rebaño si no siguiendo el camino trazado por la misericordia del pastor. Mientras busca a la oveja perdida, Él provoca a las noventa y nueve para que participen en la reunificación del rebaño. Entonces no solo la oveja llevada en sus hombros, sino todo el rebaño seguirá al pastor hasta su casa para hacer fiesta con los 'amigos y vecinos'".