Por Julio Pernús. Entrevista realizada en el programa Loyola Es Pastoral de Radio Magis 98. 3 F.M.
Casi a punto de subir el avión para participar como delegado de República Dominicana en el sínodo sobre la sinodalidad, Mons. Alfredo de la Cruz Baldera nos regala unos minutos para conversar sobre los desafíos de la Iglesia del Caribe que él lleva en su mente y corazón como equipaje esperanzador al Vaticano.
Julio Pernús – ¿Cuál usted cree que sea la realidad de la Iglesia caribeña que se estará presentando en el sínodo sobre la sinodalidad?
Mons. Alfredo – La realidad que deseamos llevar al sínodo sobre la sinodalidad será pastoral. En el Caribe, lo que resaltó en las diferentes encuestas que se han realizado es la necesidad de una mayor presencia de los pastores, dígase sacerdotes y obispos, en las comunidades. Todo indica que los fieles están necesitando eso. También los debates han planteado la necesidad de contar con una Iglesia más solidaria con los pobres e involucrada con mayor ahínco en el trabajo social. Una eclesialidad que acompañe en el día a día a las personas más humildes que conviven alrededor de nuestras parroquias.
Julio Pernús- En algún momento referenció en uno de sus análisis recientes que la tensión vivida en América Latina con respecto a la Teología de la Liberación (TL) es una de las consecuencias directas de la quietud eclesial que se palpaba en el Caribe. ¿Pudiera darnos un contexto más elaborado sobre esta idea?
Mons. Alfredo – En el Caribe diría que en estos momentos hay una quietud general. Se evidencia en lo social y, por supuesto, esto se hace palpable también dentro de la Iglesia. Nos hemos olvidado de que los pobres están ahí, eso no va en sintonía con la voz profética sugerida por el papa Francisco. El ataque de un sector del clero sobre la TL, liderado por partidarios de las teologías del progreso y del neoliberalismo, hizo que cambiáramos la mirada preferencial de la Iglesia hacia los más pobres.
La Teología de la Liberación fue epicentro de grandes debates, pues algunos de sus protagonistas estuvieron bien implicados con el tema de la política y las luchas revolucionarias en las últimas décadas del siglo XX. Hoy sabemos que en su mayoría los representantes de esta corriente de pensamiento bebían de un verdadero manantial espiritual que sabía a pobre. Todas estas tensiones entre el Vaticano y el clero latinoamericano y caribeño han provocado que gran parte de los que se formaban en los seminarios en ese tiempo, y son sacerdotes ahora, hayan desplazado de su lenguaje el tema de los pobres.
Detrás de ese conflicto está el neoliberalismo que dice: “a los pobres no hay que darles de comer sino enseñarles a pescar”. Lo que sucedió es que alrededor de los barrios de miseria se fueron creando grandes edificaciones, algunas incluso eclesiales que fueron tapando la realidad de pobreza prevaleciente a su alrededor. Siempre he dicho que tanto en Medellín como en Puebla había una opción preferencial por los desclasados. Siendo parte de este proceso sinodal creo que ahora el papa Francisco está impulsando nuestra barca hacia ese mismo mar del que nunca debimos alejarnos.
En las encuestas sociológicas realizadas a nivel caribeño y mundial, ha salido muchas veces la necesidad de sentir una Iglesia cercana a los barrios cargados de miseria, donde vive gran parte de los creyentes en nuestro continente.
Julio Pernús – Hablando de volver la mirada sobre los desclasados, ¿cuál usted cree que sería en República Dominicana esos sectores sobre los que la Iglesia deba tener una mirada preferencial?
Mons. Alfredo – Sin dudas, en República Dominicana hay muchos sectores viviendo en una pobreza extrema, situación más palpable en los campos. Aunque en la ciudad hay barrios sin acceso a un mínimo de educación o salud. La Iglesia debería ver con fuerza la herida de los jóvenes que no tienen acceso a un trabajo digno y deben renunciar a una carrera universitaria para poder solventar la presencia de una exigencia económica que devora sus sueños. Desde la Iglesia damos algunas becas en nuestros centros, sabemos que no son suficientes pues es un mal del sistema.
La mirada eclesial debe ir hacia los ancianos, gente honrada sin un horizonte digno para finalizar su vida. En mi diócesis hay cinco asilos y aún no damos abasto. Cada vez que visito una parroquia me manifiestan la necesidad de abrir nuevas casas de visitas para sus ancianos, pues en su mayoría no tienen un lugar digno para vivir.
Julio Pernús- Usted, mientras conversamos, va rumbo al Vaticano en víspera del sínodo sobre sinodalidad. Su voz será la del todo el pueblo de Dios dominicano y caribeño. ¿Cuáles son los temas que estarán para usted causando mayor polémica en este importante encuentro?
Mons. Alfredo – Todo el contenido está en el “Instrumento Laboris” que es fruto de una consulta realizada a nivel mundial. Está el tema de las mujeres y su acceso al diaconado femenino como una propuesta ante la escasez de clero. Algunos han interpretado la revisión del ministerio sacerdotal en relación a las mujeres como un asunto directamente vinculado al servicio de sacerdote. Es bueno aclarar que la referencia va más por el cómo formar a los seminaristas para que desarrollen una relación sana con las mujeres. La propuesta del sínodo es que los hombres con responsabilidades en obras de la Iglesia logren adoptar una cultura donde primeree una mayor participación a las mujeres, que no solo sea la catequista o la que pasa el paño a los bancos, sino verla como alguien con la capacidad de dirigir cualquier proceso.
El tema de que los hombres casados puedan acceder al sacerdocio era un asunto sobre todo del sínodo de la Amazonía, y al día de hoy siento, al igual que el papa, que se necesita tiempo y una mejor elaboración para poder plantearlo en un contexto de mayor apertura.
Julio Pernús – Alberto Methol Ferré, pensador laico latinoamericano importante, vaticinó que en el siglo XXI América Latina pasaría de ser una Iglesia reflejo a una Iglesia fuente. ¿Cree usted que ya estamos asumiendo esa realidad?
Mons. Alfredo – América Latina es el faro del catolicismo y este sínodo lo patentizará. No puedo negar que Asia está creciendo mucho, pero desde el tiempo de la evangelización se ha reforzado nuestra importancia para el cristianismo global. Somos un continente católico y eso permanecerá por mucho tiempo. En los países desarrollados los latinoamericanos somos los embajadores números uno del cristianismo. Miremos al propio Estados Unidos, ahí no se puede entender lo católico en la actualidad sin el aporte de la Iglesia latinoamericana, pero vayamos a Europa y fijémonos en el sabor latino de sus comunidades. América Latina representa el continente de la Alegría del Evangelio que habla el papa Francisco.
Julio Pernús - Usted va como representante del Caribe al sínodo. ¿Siente que un obispo de República Dominicana puede ser escuchado en medio de grandes pensadores católicos europeos?
Mons. Alfredo – Creo que Europa dejó de ser el centro de reflexión teológica en el catolicismo. América Latina ha madurado bastante a nivel de poder fundamentar un sólido pensamiento teológico y de doctrina eclesial al interior de la Iglesia. Si uno observa y lee con detenimiento los documentos que están plasmados en el “Instrumentum Laboris” del sínodo, son palabras e ideas que huelen y saben a América Latina. Creo que sin ser rotundo, en ellos está palpable el carisma de la Conferencia Episcopal en Aparecida que recoge ese atrevimiento latinoamericano que plantea en lenguaje eclesial los desafíos del día a día.