Este 26 de noviembre, en la última actividad de su visita apostólica a Japón, el Papa Francisco dio un discurso en la Sophia University de Tokio, centro de estudios católico en el que alentó a que los grandes avances tecnológicos que caracterizan estos tiempos se pongan “al servicio de una educación más humana, justa y ecológicamente responsable”.
El Pontífice llegó a esta universidad, fundada en 1913 por los jesuitas, pasadas las siete de la mañana y celebró una Misa privada a las 7:45 a.m. (hora local) en la capilla del Kulturzentrum con los miembros de la Compañía de Jesús
Posteriormente, el Santo Padre visitó a los sacerdotes ancianos y enfermos, y saludó a 15 empleados de la comunidad.
La visita oficial a la Sophia University comenzó a las 10:00 a.m., donde fue recibido por el canciller, el sacerdote jesuita Tsutomu Sakuma. En su discurso de bienvenida, la autoridad universitaria relató al Papa que el origen de este centro católico se encuentra en el sueño de San Francisco Javier de “tener un instituto de instrucción superior en Japón” cuando llegó en 1549 como misionero, y que se hizo realidad en 1913 con los tres sacerdotes que llegaron al país enviados por el Papa Pío X en 1908.
Luego de recordar la visita de San Juan Pablo II en 1981, el canciller señaló que “la educación católica en el contexto secular de hoy tiene un desafío por todos lados”, especialmente en el caso del Japón.
Al tomar la palabra, el Papa Francisco aseguró que durante su visita ha sido testigo de la estima que se tiene a la Iglesia Católica y expresó su deseo de que esta aumente en el futuro.
Asimismo, dijo que “a pesar de la eficiencia y el orden que caracterizan a la sociedad japonesa”, observó que “se percibe que se desea y se busca algo más: un hondo anhelo por crear una sociedad cada vez más humana, compasiva y misericordiosa”.
En su discurso, el Papa destacó “la capacidad de la cultura japonesa para absorber y transmitir el conocimiento”. “Puesto que las universidades siguen siendo el lugar principal en el que se capacitan los líderes futuros, es necesario que el conocimiento y la cultura en toda su amplitud inspire todos los aspectos de las instituciones educativas volviéndose cada vez más inclusivas y generadoras de oportunidad y promoción social”, señaló.
En ese sentido alentó a la Sophia University a ser, en una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, no solo un centro de formación intelectual, “sino también un lugar donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de esperanza”.
“La tradición ignaciana, en la que se basa Sophia, debe impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el discernimiento. Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor” y se interesen por lo que es justo y humano, señaló.
En ese sentido, el Pontífice dijo que la universidad católica debe estar abierta a “crear un archipiélago capaz de interconectar lo que social y culturalmente puede llegar a concebirse como separado”.
“Los marginados serán creativamente involucrados e incorporados en el currículo universitario, buscando posibilitar las condiciones para que esto se traduzca en la promoción de un estilo educativo capaz de achicar brechas y distancias”.
“El estudio universitario de calidad, más que considerarlo el privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la conciencia de saberse servidores de la justicia y del bien común; servicio a implementarse en el área que a cada uno le toque desarrollar. Una causa que nos compete a todos; el consejo de Pedro a Pablo sigue siendo cierto hoy: no olvidemos a los pobres”, señaló.
Antes de culminar, el Papa Francisco dijo a la comunidad de la Sophia University que Cristo y su Iglesia “cuentan con ustedes para que participen en la misión de buscar, hallar y expandir la Sabiduría divina y ofrecer alegría y esperanza a la sociedad actual. Por favor, no se olviden también de rezar por mí y por todos los que más necesitan de nuestra ayuda”.
Al final del evento, el Santo Padre obsequió a la universidad un bajo relieve de la Virgen María hecho de plata en 1989, obra del maestro Marino Mandolesi e inspirado directamente en la famosa pintura de la Inmaculada Concepción de María, que el maestro Scipione Pulzone hizo en 1582 para la capilla del mismo nombre en la ciudad de Gaeta.