Además de que prescindir de la primera comida del día hace que los niveles de plomo en sangre se eleven en un 15 por ciento, según se podía leer Environmental Health Journal. Mientras hincas los codos, el desayuno debería ser ineludible. Un experimento de la Escuela de enfermería de la Universidad de Pensilvania (EE UU) calculó que los estudiantes que se saltan la primera comida del día reducen en 5,58 puntos su habilidad verbal, en 2,50 puntos el rendimiento y la puntuación total en 4,6 puntos. Además de que son más lentos y torpes a la hora de resolver problemas.
¿Y que pasa si quieres mantener la línea? Por paradójico que resulte, un desayuno copioso también ayuda a perder peso. Científicos de la Universidad de Tel Aviv (Israel) comprobaron que si empezamos el día comiendo alguna galleta o un trozo de pastel, pero a cambio reducimos el consumo calórico a la hora de la cena, es más fácil decirle adiós a los kilos que nos sobran y presumir de cinturita de avispa. Los expertos lo achacan a que cuando la jornada arranca con una buena comilona se reducen los niveles de grelina, la hormona del apetito, responsable de la voracidad. Y ese efecto "saciante" dura todo el día. Sin omitir que desayunar también nos vuelve más activos y por lo tanto más propensos a quemar las calorías sobrantes.
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