A menudo las personas vivimos muy turbadas, y más ahora con la realidad de la pandemia del coronavirus y los desajustes en los aspectos económicos, psicológicos y familiares que nos llevan a estar más distraídos, preocupados, con mucho estrés y ansiedad, tan inmersos en nuestros asuntos y problemas que cuando alguien realiza algo bueno y positivo por nosotros damos por sentado que es una obligación, una tarea que debió realizar y no somos capaces de agradecer.
Todo lo que llega a nosotros de una forma u otra ha contado con la intervención, colaboración o trabajo de otros. Es por eso que debemos aprender a ser agradecidos.
Decía la escritora Melody Beattle: "La gratitud aporta sentido a nuestro pasado, paz al presente y perspectiva positiva al futuro".
Debemos aprender a darle continuidad a lo bueno y agradecer al levantarnos al Todopoderoso por concedernos otra oportunidad a través del don de la vida, agradecer por la familia, por el trabajo, por los alimentos, y más aún por lo que otros hacen diariamente por nosotros.
Agradecer debe ser una práctica natural que desarrollemos todos, para así, corresponder con estímulos de aprecio, servicio, solidaridad, apoyo, confianza, aceptación, cordialidad, y otras tantas manifestaciones silenciosas e incondicionales de reconocimiento y aprobación para con los otros.
Hay que aprender a dar de la misma manera en que se recibe; agradecer por el abrazo, la verdad sincera, la sonrisa, la cordialidad, la amistad, los buenos deseos, la oración, el estar ahí, presente... Agradecer y saber agradar.
Agradecer por todo cuanto somos y poseemos y a los que nos han acompañado y apoyado, haciendo de la gratitud parte de nuestro estilo de vida; esto nos ayudará a fortalecer la autoestima y el carácter, facilitará el ejercicio de comprensión y aceptación de los demás y sus diferencias, lo que contribuirá a nuestro crecimiento personal.
Intentemos hacer un ejercicio diario de agradecimiento y reduzcamos nuestras frustraciones ante las cosas que no poseemos, que no recibimos o con las que no hemos sido favorecidos, y a la vez, permitámonos ser más empáticos, más sociables, más educados, más amables y más hijos de Dios a través del agradecimiento.
Por Javier Agustín