Bitácora de Netflix en República Dominicana
Por Julio Pernús, prensa del IPL
"Compasión" es una palabra que se puede leer también como el sentimiento (la pasión) que nos mueve para hacer algo por el otro. Debo decir, quizás porque soy cubano, que en ocasiones me sorprende, con admiración, la apreciación del pueblo dominicano al incluir para su público películas como Johnny entre las 10 más vistas en el país, según Netflix. Hablamos de un filme realizado en Polonia y recomendado para compartir en familia en esta Semana Santa.
El guión está basado en una historia real nos presenta al P. Jan Kaczkowski, un hombre de Dios sentenciado a morir que realiza una labor social extraordinaria entre personas con una enfermedad terminal y de escasos recursos. Al ver que no tenían estos un lugar decente donde estar, se le ocurre hacer un hospicio para cuidarlos con-pasión, pero su familia y el obispo de su diócesis le dicen que no lograría ese proyecto. Una de las claves para entender la trama es el desprendimiento personal alcanzando los sueños en favor de los demás.
El hilo conductor tiene como narrador al personaje de Patrick (un drogadicto y delincuente) que va comentando los sucesos a partir de su experiencia de transformación. Resulta emotiva la fe del sacerdote cuando le detectaron un tumor en el cerebro y lo deja con 6 meses de vida. La vida en ocasiones no es justa, recibimos condenas todo el tiempo y el cómo manejamos este tiempo y los sucesos que durante él transcurren, marca nuestro ritmo. La conversación entre el arzobispo y el P. Jan no tiene desperdicio, desde el momento en que el purpurado le pone la mano para que la bese su anillo y este se niega a hacerlo, define un modo de proceder distinto entre ellos.
Los diálogos con Patrick en el hospicio tienen dosis interesantes de enseñanza para la vida. El sacerdote no se asusta cuando el delincuente le dice que lo único que sabe hacer es comer, beber y coger. Al contrario, lo miró de nuevo con compasión, pues confiaba en que el “delincuente”, al encontrarse con el mundo del dolor en aquel lugar, daría un giro a su modo de proceder ante el prójimo. Son para pausar y repetir las escenas de la clínica entre Patrick y los enfermos, sus secuencias desnudan la fe.
El guión pone a dialogar a los espectadores con temas profundos como la comprensión de la muerte y la fe que necesita una persona que acompaña a otros en estado terminal. El P. Jan le dice a Patrick que muchas veces la función del acompañante es tomarle la mano al moribundo y con eso es suficiente.
Cada aprendizaje a Patrick le representa un ejercicio de auto-salvación. Aunque dura pocos segundos, la escena del sacerdote en la TV explicando su imagen de Dios, es valiosa; también en la que aparece en medio de un evento sumamente popular y le piden algún consejo para las personas con enfermedades terminales, él respondió que “el mejor consejo era pasar el tiempo con esas personas que realmente importaban”.
Amerita anotar la definición del sacerdote polaco sobre la muerte pues la describe “como el silencio que tanto anhelamos pero al que todos tememos, pues solo lo escuchamos claramente cuando se acerca a nosotros”. La película nos invita a reflexionar sobre la vida y el sentido final del Bien. Es uno de esos largometrajes que siempre vale la pena ver en Semana Santa. Esta frase del P. Jan al final de la trama puede ser un buen consejo para cualquier espectador: "No esperes más, empieza a vivir hoy, es mucho más tarde de lo que crees".